jueves, 27 de octubre de 2011

CRONICA DE INUNDACION # 1. - OCTUBRE 2011

Contra la furia de la naturaleza nos vemos chicos, pocos, insignificantes, débiles e indefensos…


Llovía desde el domingo y en el aire, el sopor del suelo húmedo y cloc cloc sin fin del agua, daba la impresión de que la cosa podía empeorar.

A la 9 Am el rio había crecido, estaba en la esquina de la Sra. Meña De Roca, es normal que siempre llegue ahí, pues en cada subida del rio, el agua llega ahí, así que, para nadie es, ni sorpresa, ni alarma, pues generalmente, en casi la mayor parte de las veces el agua baja rápidamente. De aquel lado del rio el agua también había subido un tanto, pero aun no había motivo de preocuparse, por que seguía en su altura, el rio traía muchos palos, ramas y todo tipo de vegetación flotante y “El Negro” Moreno  en su sabiduría de coleto de rio, comenta; “Cuando el rio viene bajando con la palizá, es que está creciendo arriba valecita y agua va a subí, ah pues cuando le diga!!”

A las 11 Am aun llovía, tanta lluvia le trajo a la mente a uno, los recuerdos de la funesta inundación del 99 que inundo, gran parte del centro de Aracataca, Buenos aires, gran parte de Sampues y barrios como paz del rio, Ariguani, las tablitas entro otros.

En aquella ocasión la furia del agua irrumpió en las casas pero lo que se vio esta vez nunca se había vivido antes en la historia de estos dos pueblos. La gente solo sentía llover, llover, las viejitas rezaban, los viejos comentaban, los niños jugaban en la lluvia en la inocencia de quien no espera, lo que le espera.

Entre 2 de la tarde y 3, las pesadillas de muchos comenzaron a materializarse en forma de creciente turbia llena de palos y barro, el agua comenzó a subir a un paso constante e imparable y el desespero tomo figura y se vio a la madre naturaleza en una de sus tantas caras de enojo e ira destructiva.


 “No dio tiempo de nada, valecita, en media hora subió vale mía, subió… mi hermano, cuando me vi el agua ya la tenía era en el pecho, mi hermano, lo chismes, la ropa, los animales mi hermano, todo se lo llevo el agua…” Comentaba Víctor callejón, sentado en la muralla, mojado y embarrado hasta el pelo.


 Todo encajaba en un paisaje dantesco muy al estilo de Hollywood y sus dramas apocalípticos, era ver en los rostros húmedos de la gente, la agonía de la desesperación, al ver sus sueños como flotaban en el aguan fangosa de la desesperanza, evangélicos, evocando frases de un evangelio rebuscado, que en tiempos de crisis, dan consuelo a los creyentes, “Esto es bíblicoo!!!”; gritaba a viva voz una viejita aferrada a que su Dios la sacara de este apuro, que estamos en los postreros días y que dentro de poco lo escrito se cumplirá y los mitos de profecías bíblicas, se harán realidad, el asunto es, que va mas allá, la magnitud de la tragedia! como una corriente de agua mortal, arrasa con las ilusiones y las esperanzas de miles de familias que perdieron todo y que jamás recibirán nada a cambio de su perdida, si acaso un cambuche de plástico, dos bolsas de bienestarina, una botellita de agua cristal, acetaminofen e ibuprofeno, para que no les duela mas la cabeza de pensar, que ya no tendrán Tv para poder seguir viendo la Joe o que la comida se dañara, porque la nevera naufrago y mil cosas más que a partir de la subida del agua, muchos tuvieron que afrontar.


“Todo se perdió mi hermanito….la ropa, la televisión, el equipo, mi mama casi se ahoga mi hermano y yo no estaba en la casa, compa, la vieja casi se me ahoga llave y ahora que hago mi hermano, ahora que hago si lo hemos perdido todo…” ; Me dijo llorando Armando Navarro, gran amigo de mi infancia y habitante de toda su vida en Buenos Aires, mientras me lo tope subiendo entre la fila interminable de personas que iban del mojado al seco, gente sin rumbo, con el espíritu mojado, la esperanzas empapadas, la moral enchumbada y la alegría totalmente aguada.


Un torrente furico que se llevaba todo a su paso, no conto con menesteres, casitas, ni cachivaches, se llevo hasta los moldes de la fábrica de bloques, era ver el agua entrar por una puerta y salir por otra, con una rapidez impresionante, que no tuvo misericordia, ni temblor para arrasarlo todo, calderos, ollas, vasenillas, camas y poncheras.


Nunca se había visto esto….nunca, es quizás parte de la cuenta de cobro de la madre naturaleza por nuestros abusos, las palabras se quedan cortas al relatar la magnitud de la tragedia.

Por suerte las pérdidas fueron materiales y animales, aunque los pobres animales, llevaron mala parte en la tragedia, no hubo víctimas mortales, pero el impacto es emocional, el agua mello los cimientos del espíritu del pueblo y el fango embarro las calles, las casas y los corazones de la gente.


“Esta gallina tenía 9 pollitos, pero con el agua se murieron 8, este que quedo era el más chiquito de todos, pero como se salvo lo voy a llamar El Sobreviviente, porque si se salvo del agua se salva de lo que sea mi hermano!”; Aseguraba Víctor Callejón, mientras pelaba una naranja miraba el rio y sonreía, mojado, con el desayuno, el almuerzo y la cena embolatados, con la esperanza de levantar un rebusque nuevo, pues muchos de los cerdos de su cría que tenia para la venta en diciembre, se los llevo la creciente y algunos se ahogaron y otros se perdieron, así como la cría de pollos finos y muchas cosas más que perdió en el torrente diluvico que devoro todo.


En momentos donde la crisis es quien toma el control es cuando nos damos cuenta de que las tragedias no discriminan estratos sociales,  religión, ideas políticas o razas, a la tragedia le importa un bledo un i-Phone, un i-Pod o Blackberry, la tragedia no escatima esfuerzos en su empeño de avanzar, solo es cuestión de fe y fuerza, para levantarse de manera estoica como cada uno de los que hoy amanecieron, sacando el fango de sus casas y pensando, Ahora que!?


“Nojoda niño, cuando yo me vi fue el agua en la cintura y a corre mijo, por que se metió el rio!!!”

Samir “El Compa” decía, mientras fumaba un continental y levantaba los escombros de lo que antes fue una cerca y que ahora forma parte del desolado panorama en el cual se convirtió su patio, ahí también nos dijo que ya habían matado tres culebras y que había que tener cuidado, porque las culebras se enroscaban detrás de los chismes y cuando uno los halaba salían y lo picaban a uno, si no se tenía cuidado.


En Buenos Aires, casi nadie se salvo del agua, el 97 % de la población sufrió por la creciente del agua, así como también en Sampues que sufrió graves inundaciones, y barrios como las Tablitas, donde el Ejército y la Defensa Civil,  en camiones tuvieron que sacar a la gente y sus pertenencias, calles como las de Paz del Rio y Ariguani cerradas, los hospitales, atestados de gente pidiendo auxilio, muchas casas de amigos y conocidos fueron albergue temporal para aquellos que contaron con la suerte de una mano amiga, porque también hubo quien tuvo que dormir, en medio del agua, el frio y la zozobra de la alimaña que anda a rastras en el fango.


Y como en toda agua revuelta no hubo quien no pescara, intentado sacar su pescadillo, se veían políticos con botas, regalando alimentos y prestando ayuda; o asegurando los votos de este 29 de octubre valiéndose de la tristeza y la tragedia de la gente.


Pero como todo en esta vida, esto no es más que un ejercicio, una muestra del poder de la madre naturaleza y de lo que se avecina, esperar, a esa pobre gente no les queda más que esperar, a que los ayude Dios, los ayude el gobierno y que si el rio vuelve a crecer, no sea tanto para no tener que perder lo poquitico que ya quedo.


Hoy solo se habla de algo, solo se habla del agua, que se metió un ratico inundo el pueblo, tapo las casas y se llevo todo, el pueblo se ve triste, la gente se ve callada, aunque no fui parte de la tragedia, la vi y la viví con el agua hasta la cintura, es ver la mirada triste apagada por el frio de un agua turbia, gente caminar como zombis arropados con la sabana rota de la desesperanza y con un moho verdoso que comienza a crecer en los corazones de un pueblo alegre, fiestero y champetero y que resignado y sin muchos resentimientos, esta mañana, inicio la limpieza de sus casas, con la misma agua del rio que los inundo ayer, porque es la vida del rio, es el estilo de vida que escogieron y que ellos saben que la corriente regresara y que para la próxima puede ser peor.


El sol brilla, los muebles se secan, se seca la poca ropa que quedo, los perros se asolean con las tripas pegadas al espinazo con el anhelo de que la comida ya viene, las viejitas celebran haber vivido una inundación más, y termina esta historia aunque faltan muchas más, esperando que la próxima creciente no sea tan destructiva como esta.


Hernando Barros

2011

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